jueves, 23 de septiembre de 2010

Un nuevo día


23 de septiembre.


Existe una ventana en un sitio pequeño que aporta la luz que siempre se busca. He contemplado apenas cuatro atardeceres desde ella, todos ellos diferentes, hermosos a su manera.
Tonalidades rojizas, cremas. Texturas en el cielo, reflejos verdes. El último rayo se esconde en la piel erizada, hormonas invitadas al desiquilibrio de la emoción, al dolor profundo por un deseo oculto, no expresado en voz alta. O tal vez sí.

Y te encuentras así, con un vacío que espera ser llenado. Un agujero negro en el pecho. Un fenómeno físico que te llama a gritos cuando la tormenta ya ha empezado.

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