Meter la cabeza en un charco, y tratar de ver el centro de la Tierra.
Tumbarse en el césped y morir así, atropellada por el tren, mientras gotas de lluvia y sal resbalan por mis mejillas.
Nadie quiso morir... pero todos lo hicieron.
Ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.
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