sábado, 22 de octubre de 2011

Ella quería olvidar todo lo que había visto. Tenía las manos manchadas de sangre, sentía su calor en la piel. No sabía cómo ni qué hacía allí. Sólo tenía miedo.

Olvidada ya se mece en el jardín. Odiada y sola. La lluvia que cae no puede salvarla de su dolor. Y sin embargo, no hace nada para evitar morir semanas más tarde en la cama, mientras la fiebre le producía las alucinaciones más terroríficas. No sentía arrepentimiento.

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